viernes, 23 de marzo de 2012

Mario Vargas Llosa: pa­triarca de la ultraderecha mundial


No envejezcas así, Mario
César Hildebrandt
Publicado en “Hildebrandt en sus trece” Nº 99, pp 6 y 7. 23 marzo 2012
A todos nos trabaja el tiempo, nos roen los años, nos vuelan las horas como moscas. Yo mismo he llegado a ser un repentino aprendiz de viejo. Un viejo, en suma. Pero un viejo que se resiste y se resis­tirá a que el tiempo me convierta en un tonto reconciliado con el mundo. La rebeldía es el mejor antioxidante. Si alguna cosa buena puedo decir de mí es que no estoy dispuesto a tran­sar con la claque de quienes cortan el jamón. No me da la gana. Si la cor­dura consiste en ser neutral, opto por la locura. Si la sensatez es la segunda acepción de la palabra miedo, quiero morir en mis trece. Por todas estas consideraciones, la verdad es que me preocupa la vejez de Mario Vargas Llosa.
Mario está decidido a ser un pa­triarca de la ultraderecha mundial y un vocero de la tradición nativa. Su talento a borbotones, su labia de líder los dedica a decir, en todas partes, que la democracia de los votos y el mer­cado de las cosas nos hacen felices. Y si no lo somos es porque no quere­mos, porque somos flojos y autistas. Ha borrado de la historia el ciclo im­perialista y propone que nos culpe­mos de todo lo que nos pasa. Como si no hubiesen hoy mismo barreras arancelarias, asimetrías gigantescas, préstamos internacionales de estafa, trabajadores sufriendo por empleos-basura, programas de ajuste pagados por los de a pie (a los que hay que ver arrastrándose ante la policía). Como si no existiesen Grecia, España, Portu­gal. Como si no supiéramos de las hi­potecas tóxicas, los bancos ladrones, el modelo de un consumo que estámatando al planeta.
Entonces viene Mario y nos dice que somos una recua de cagones que se quejan, cuando el paraíso está a la vuelta de la esquina si persistimos en lo de hoy. O sea en lo que hizo su adversa­rio Fujimori —a quien le niega mezqui­namente haber puesto los cimientos de esta tómbola—, su compadre en inglés Toledo y su ex enemigo "bribón y cara­dura" Alan García.
Ahora a Mario le gusta Humala. Dice que lo está haciendo muy bien. Que vamos por el buen camino. Yo que Humala pondría algunas velas. Me mi­raría en el espejo. Me confesaría.
M
ario es una má­quina que no tiene el botón de apagado. Viaja, escribe, dicta, encauza, apostrofa. Se va a la India a un archi­matrimonio y hace toda una crónica social sobre una fiesta de tres días y tres noches. Condena a los ecologis­tas. Difama a los gobiernos que no le gustan, que son precisamente todos los que no le gustan al Departamento de Estado. En resumen: ha llegado a ser su papá aquel señor conservador que representaba a una agencia de noticias de los Estados Unidos y que le inculcaba que el mundo era como era y sin apelación.
Todo aquello que no sea de su tribu es hereje, sucio. Todo lo que no le son­ríe al modelo que él defiende es blanco de sus diatribas: gobiernos populistas, presidentes demagogos, utopías arcai­cas, socialismos podridos.
Y él parece Zeus en el Olimpo. Habla como si la pureza fuese su hermana y la verdad su amante. Pontifica sobre todo y aval todo aquello que pueden confirmar sus teorías.
Ha esperado ganar el Nobel para soltarse los moños y mostrarle al mundo qué político estaba detrás del gran escritor que siempre fue.
Acaba de producir en Lima un seminario internacional sobre América Latina.
Lo ha auspiciado su propia ONG, la Fundación Internacional para la Libertad.
Y nos ha traído a embajadores, vicecónsules, y francotiradores de la derecha continental. Entre ellos está Mariano Grondona, que es el Jaime de Althaus de los argentinos. O Carlos Alberto Montaner, que es el Eudocio Ravines de Miami.
Pero quien más ha destacado entre todas estas estrellas del pensamiento ha sido, sin duda, la señora Josefina Vásquez Mota la precandidata del PAN a la presidencia de México. El PAN no es chancay de 20. Es el partido del charro Vicente Fox, que pa­recía un hermano de George W. Bush maquillado por Televisa. Es el partido de Felipe Calderón, el de los o.000 fi­naditos, que llegó a la presidencia des­pués de que el ente electoral le robó la elección a Andrés Manuel López Obrador.
La señora viene en representación de un partido que no es ni liberal ni decente. Y llegó a Lima de la mano de Vargas Llosa para decirnos que la fórmula que ella tiene es la que comparten los hombres serenos y razonables de todo el mundo. ¿Y los 40 millones de pobres que hay en México? ¿Y la maldición de ser maquiladores? ¿Y la política inmigratoria? ¿Y la corrupción, que en México es oceánica y que con el PAN se ha acentuado? Nada de eso: allí está el mercado, la inversión, el Estado desregulado haciendo lo suyo, cuates, no se me pongan bravos.
Esta misma Vázquez Mota es la que escribió en 1998, en un diario llamado El Economista, las siguientes palabras sobre Augusto Pinochet y su régimen de pandilleros asesinos:
"La economía chilena fue dejada en manos de un grupo de expertos que tu­vieron que enfrentar una fuerte crisis a principios de los 80 y sus políticas públicas estuvieron apegadas en ge­neral a los principios de una economía de mercado que hasta hoy han tenido continuidad y se han venido reforzan­do y consolidando con el paso de los años... La dictadura chilena deja gran­des lecciones y la historia se está encar­gando de dar a cada quien su tributo y responsabilidad. Hay otras dictaduras que son más peligrosas porque; operan bajo una piel de cordero..."
Cuando el liberalismo se asusta, cuando los cholos se alzan, los rotos se cansan., los pelaos gritan lisuras, en­tonces vienen los tanques y ponen las cosas en orden. Y vuelta a empezar.
Será por eso que Mario dice ahora que Chile sólo tiene problemas del primer mundo. Como si Camila Vallejo fuese Barbie y los mapuches fuesen los extras de Condorito y los paupérrimos sin casa tras el terremoto fuesen chusma invisible. Como si la desigualdad no se hubiese acentuado hasta extremos insultantes en el país que impuso el mercado bombardeando la sede de un gobierno que Nixon había jurado masacrar. Mario fue comunista de muchacho, en San Marcos. Fue socialista habanero, después. Fue centrista cuando ocurrió lo del poeta Heberto Padilla. Fue centroderechista cuando polemizó con Rama o con Grass. Hasta allí, todo iba perfecto. Era el viaje previsible de un enorme es­critor que empieza ganando una beca para irse a Europa y termina como no­velista estelar en todo el mundo. Era la legítima trayectoria del desencanto.
Ahora, sin embargo, este Mario inmodera­do, que invita a la se­gundilla del jurásico conservador, ¿quién es? No lo reconoz­co. Este Mario, que ataca a la Kirchner por peronista, a Correa por distinto, a Chávez por estatista, a Ortega por repi­tente y a Cuba por antonomasia, ¿por qué es tan estoico con las taras y podres del sistema que rige en el mundo?
¿No sabe de las taras? ¿No está in­formado de las podres? Claro que sabe y está informado. Lo que sucede es que está resignado a viviren el Matrix em­brutecedor del que nadie debe escapar. Decir que lo viejo es nuevo, que el fra­caso es éxito, que la mugre es blanca es algo que no se le puede creer ni siquie­ra a un novelista. Decir que la demo­cracia y el mercado todo lo solucionan es un cuento merecedor de un premio. Y es una pena que nuestro Nobel esté haciendo el papel de un Pedro Beltrán ilustrado y a veces genial.
Mario, no envejezcas así. Te lo pide tu viejo y rendido lector de siempre

lunes, 5 de diciembre de 2011

Un poeta entrañable


Hace varios años Simón Rodríguez era un pata generoso, tierno y muy alegre, siempre más preocupado por los demás que de sí mismo. Es obvio que, a partir de su decidido apoyo a los movimientos revolucionarios de Latinoamérica, hubo una injusticia esencial en el tratamiento dispensado a Simón, si no fuera por ello ahorita estaríamos incluyendo toda una nómina de premios tan perseguido por sus colegas poetas. No es fácil asumir definidas posiciones de izquierda, y también que, siendo un escritor de temas abstractos (los sueños sirven hoy frecuentemente para escabullirse de la comprometedora realidad), se vinculara tan estrechamente a muy concretas reivindicaciones del mundo real, (generalmente lejos del mundo de los poetas), a tantas angustias de la América Pobre.

Desde sus primeros poemas Simón demostró ser un escritor de primer rango, todo cuanto publicó a partir de la asunción de su compromiso político tenía un altísimo valor artístico. La verdad es que el peor de los textos de Simón significaría, sin duda, un extraordinario progreso en la trayectoria de algunos de sus prolíficos contemporáneos y también sus mayores. Desde el comienzo me agradó en sus poemas la difícil relación metáfora-imagen-realismo, decisivo ingrediente de su tensión interior y también de su indeclinable ejercicio de poeta comprometido. Los recursos literarios usados por él son meras prolongaciones de lo real, o sea, que la metáfora, lo increíble no parte de una raíz inverosímil, sino que proviene de un dato absolutamente creíble y verificable en la realidad. Su último texto, propone un doble disfrute para todos nosotros. Por un lado, el rigor artístico. Creo que es la lección más contundente y transmisible acerca de cuáles deben ser las prioridades para alguien que pretende hacer literatura. En ese sentido, Espíritu del alba puede ser disfrutada en varias zonas, a saber: la conformación técnica, el retrato de mensajes, el estilo sugerente, la alerta sensibilidad para las peculiaridades del lenguaje andino castellano, la sutil estrategia de palabras e imágenes. Ese contenido se brinda al lector en un impecable envase. Es un libro que compensa con creces la lectura. Su poesía es una actitud generosa, la sincera preocupación por su nación y su tiempo, en una entrega de talento y de energías.

OLLANTA ¿SINDROME DE ESTOCOLMO?

por Duilio de la Motta

Como se sabe, en Estocolmo 1973, se efectuó un asalto bancario donde un periodista fotografió a uno de los asaltantes besando a una de los rehenes. Desde esa fecha quedó en los anales del periodismo y la sociedad, que este secuestro, desde la perspectiva psicológica puede ser una respuesta extrema de vulnerabilidad del rehén ante el secuestrador. Pongo éste suceso en relación a lo manifestado por algunas personas calificando que “Ollanta Humala está secuestrado por la derecha”. Traduciéndolo a la realidad peruana ha surgido un noviazgo entre Ollanta y la derecha, lo cual nos ha motivado hacer un análisis de este hecho, para que la comunidad tenga un conocimiento al respecto y pueda sacar conclusiones de lo que está haciendo Ollanta.



Saludando al Rey. Humala nuevo virrey del Perú.

¿FUE MILITANTE DE IZQUIERDA O PROGRESISTA OLLANTA HUMALA?

Ollanta desde su nacimiento no tuvo una vida difícil ni relacionada a la izquierda, tal vez escuchó, alguna vez, discusiones de sus padres sobre la situación política del país, quienes si tenían relación con algunos miembros del Partido Comunista Peruano PCP. Para comenzar sus estudios los hizo en el colegio Franco Peruano, eso demuestra que no tuvo carencia alguna, ni vida sacrificada en torno a una causa. Después de un breve paso por la Agraria ingresó en la Escuela de oficiales del ejército en el arma de artillería, en 1983 es enviado a la Escuela de las Américas y se especializa en la Guerra de Baja Intensidad con otros compañeros de promoción. El 29 de octubre del 2000 con 62 personas y su hermano Antauro inicia un levantamiento en Locumba pidiendo el retorno a la constitucionalidad denunciando a la mafia Fujimori- Montesinos. No tuvo éxito y fueron detenidos en el Real Felipe. El 24 de diciembre del 2000 fue amnistiado, continuando su carrera militar. Estando como agregado militar en Corea es pasado al retiro, tiempo en que se dedica a formar el Partido Nacionalista con el apoyo de izquierdistas sin partido. En el 2006 pierde las elecciones por estrecho margen debido a la campaña de la derecha, la plutocracia y los medios de comunicación. Desde esa fecha busco mantener vigencia política tratando que los partidos de izquierda apoyen sus objetivos. Con el trabajo de la izquierda y la gente progresista, sumado a un pueblo que reclamaba el cambio obtuvo el triunfo. Queda claro que Ollanta Humala nunca milito en algún partido de izquierda, no fue progresista y menos se declaró como marxista, solo utilizó a la gente de esos sectores. Se podía notar en su trajinar un oportunismo de izquierda.

¿CUANDO COMENZÓ A DEMOSTRAR SU VERDADERO ROSTRO?
Debemos dejar en claro que su programa no era revolucionario, solo iba a limpiar el sistema corrupto. Para la gente honesta, esto fue más que suficiente para apoyarlo, sin duda alguna era un gran paso para solucionar en el futuro los problemas del país. Los otros candidatos representaban a la plutocracia, al margen de ser corruptos y mafiosos. Para tener una idea cuando demostró su oportunismo de izquierda, es necesario considerar lo siguiente:
Nunca quiso tener una escuela de cuadros para la viabilidad, continuidad y dirección del proyecto,
El Partido Nacionalista solo es gente honesta que quiere el cambio de la sociedad, nunca quiso que sea el sistema nervioso que vincule con el pueblo.
La rápida aceptación de la HOJA DE RUTA, un compromiso con la derecha que imponía la continuidad del sistema, castrando lo mejor de su programa de gobierno,
La ratificación de Julio Velarde, hombre de la plutocracia, como presidente del Banco Central de Reserva,
La nominación de un gabinete ministerial sin la gente que hizo el programa y lo apoyó,
No tiene intención de reorganizar el aparato corrupto del estado,
No tiene un plan definitivo para terminar la pobreza en las barriadas y el campo,
No considera la industrialización del país como opción de desarrollo, continúa con el saqueo minero.
Los medios de comunicación, no forman opinión, la degeneran y el continúa impasible,
El congreso es necesario para la democracia pero continúa siendo una carga improductiva para el país, 409 millones de soles para 130 individuos que se dedican a investigar lo que corresponde al poder judicial, además legislan contra el país exonerando de impuestos a las entidades que lucran con la educación. Hay muchos problemas que no se quiere solucionar, pero con lo expuesto es más que suficiente para señalar a Ollanta Humala Tasso como un oportunista más que se aprovechó de la izquierda y traiciono al pueblo peruano en sus aspiraciones del cambio social, para construir una sociedad de bienestar social por ahora.
LA VERDAD SOBRE EL SECUESTRO
Con la actitud demostrada por Ollanta Humala a lo largo de su trayectoria política, se puede concluir que no es de izquierda, no es marxista, no es progresista. Solo es un oportunista ambicioso que quiso llegar a la presidencia de la república. Desvirtúa la percepción de algunos luchadores sociales, del secuestro de Ollanta por la derecha, además no hay tal síndrome de Estocolmo. Solo es uno más de los que gano con la izquierda para gobernar en favor de la derecha y esto debe terminar. Hay que trabajar por que el pueblo organice su partido para ganar las próximas elecciones, también debe formar sus propios cuadros. Esto lo puede hacer rápido y convertirlo en un movimiento poderoso que materialice las aspiraciones del pueblo con los aportes y experiencias de la izquierda peruana, pero éstos deben dejar todas sus aspiraciones por un puesto público o de figuración, nuestras experiencias solo deben servir para formar cuadros jóvenes en las bases, sin los errores que nosotros tuvimos. Esto no se debe tomar como “los viejos a la tumba y los jóvenes a la obra” de Gonzales Prada sino todos juntos por el pueblo y la revolución. Es de vital importancia darle vida a ese partido para que sirva de garantía y defensa del pueblo ante posibles medidas que pueda impartir el gobierno producto de una mayor derechización y las que se originen de la crisis del capitalismo que van a ser violentas, si es que el gobierno no toma las siguientes precauciones: industrializar al país, modernizar la infraestructura económica-social del país y cambiar nuestras reservas en oro como protección ante la devaluación del dólar y de lo que se viene.

martes, 9 de agosto de 2011

Amalia Gálvez

La destacada artista moheña Amalia Gálvez actualmente tiene su propia agrupación con la que alegra fiestas puneñas y nacionales. Se la ubica en los siguientes números de celular: 951 979116 - 950 898392. Su dirección es el Jr. Piérola 1694 de la ciudad de Juliaca. La Rosa de los Espinos, Amalia Gálvez.

jueves, 21 de julio de 2011

Darwin Bedoya Bautista, Premio Horacio

Darwin Bedoya: A LA CAZA DE LUCIÉRNAGAS
Escritor puneño habla del microcuento, de su libro “Bosque de luciérnagas” y del premio que con él obtuvo.

Darwin Bedoya Bautista (1974) acaba de conseguir un importante galardón en el XX Concurso Nacional de Educación Horacio 2011: el primer puesto en la categoría de cuento. Nacido en Moquegua pero “reensamblado en Puno”, como le gusta bromear, Bedoya (que creció y se formó en Juliaca) es docente de literatura, narrador, crítico, editor, promotor cultural, panfletario temible (su estilo irreverente, lapidario y corrosivo alborotó varias veces el gallinero literario, indisponiéndole con gallos viejos y polluelos) y, sobre todo, un excelente poeta (tal vez uno de los tres mejores de la llamada “generación de fin de siglo”).
Ha publicado los poemarios “Jardines del silencio” (2004), “Yarume” (2006), “Leve ceniza” (2010), el libro de microcuentos “Aunque parezca mentira” (2007), entre otros. Y tiene el mérito de haber cosechado lauros en certámenes de primera categoría como el Concurso Nacional de Poesía Alberto Hidalgo (Arequipa) en 1998 y el Concurso Internacional de Poesía Ciudad de Torrevieja (Alicante, España) en el 2006.
“Bosque de luciérnagas” es el libro de microcuentos con el que Bedoya obtuvo este año el Horacio. Se trata de su tercer texto de prosa minificcional, pues, a parte de “Aunque parezca mentira”, tiene otro en prensa titulado “Electra machina”.
Horacio es un premio nacional instituido por la Derrama Magisterial en homenaje al líder sindical y poeta Horacio Zevallos Gámez, y dirigido a maestros del sector público. El concurso se convoca anualmente en las categorías de poesía, cuento, novela corta, ensayo pedagógico, pintura, etc.
Darwin Bedoya no es el primer escritor puneño en ganar un Horacio, antes que él lo hicieron los poetas Walter Paz y Luis Pacho. Asimismo este año los profesores Agustín Quispe Paco y Manuel Herencia Villasante, ambos de Puno, ocuparon el primer y segundo lugar respectivamente, en la modalidad de poesía.
He aquí una entrevista que el galardonado escritor nos concedió antes de enrumbarse a Lima donde el viernes 15 de julio, a horas 7:00 p. m., en el auditorio de la Derrama Magisterial, recibió el codiciado premio.

I. El cuento y la vida


Eres (re)conocido sobre todo como poeta, ¿de qué época data tu afición por escribir narrativa?


Esta es una pregunta recurrente que me hacen los amigos, los escritores que participan en los talleres de creación y los estudiantes en el colegio. Con seguridad te puedo decir que yo empecé escribiendo cuentos. (Mis primeros poemas tienen mucho de cuento, mis últimos poemas, por momentos se dejan ganar por la prosa poemática). Los cuentos han sido para mí una constante. Supongo que las culpables de ello son mi abuela y mi madre.

Casi todos los escritores andinos rememoran con nostalgia las mil y una historias que, cuando niños, les contaban sus madres o abuelas. ¿Ocurre lo mismo contigo?

Bueno, sí. Recuerdo que mi abuela nos reunía en la cocina de la Casa grande, así le llamábamos a su habitación, no me olvido que tenía una serie de cosas antiguas colgando de las paredes, algunas herraduras con parte de las patas de los caballos, algunas cabezas disecadas de venados, zorrinos, hurones. Algunas canastas con hierbas secas, algunos adornos tallados en madera. Algunos trozos de cadenas, algunos metros de sogas, baúles de cedro, algunos tejidos de vicuña, algunos ceramios, muchas estacas de todo tamaño esparcidas y colgadas en todo lugar, huesos de animales que hasta hoy me pregunto de qué habrán sido, etc. Todo como una escena de película; era bajo ese escenario que nos contaba historias sobre condenados, sobre sirenas, sobre cucos, sobre duendes, sobre bultos, sobre brujas, sobre encantamientos, sobre desapariciones; todo bajo la leve luz de un candil que daba la señal para acostarse porque la función había terminado.

Tu abuela parece un personaje de “Aunque parezca mentira”…

En realidad ella era la verdadera cuentista, quizá por ello también sea personaje de varios cuentos míos; inclusive, en algunos de ellos se puede percibir su voz, en esta cadena de sucesiones. Quiero apuntar también que la mayoría de personajes y escenarios pertenecen a Moquegua, que es el lugar donde me crié y pasé los primeros años de mi vida, mis primeros aprendizajes de cómo se narra un cuento. Ahora, el caso de los relatos que solía contarme mi madre es más intenso todavía, pero esa es otra historia.

II. El microcuento (o el abecedario de la hormiga)

En el 2007 publicaste tu primer libro de microcuentos, asimismo hiciste una antología universal de este, llamémosle así, subgénero, ¿qué es el microcuento y qué lo diferencia, a parte de la extensión (obvio), del cuento o la novela?


Creo que a estas alturas ya no se puede decir que el microcuento sea un subgénero, estamos hablando de un género cabal y completo, con todas sus particularidades y características. Tiene una textualidad autónoma. Creo que hace rato ha sobrepasado las fronteras mismas del cuento...

De acuerdo, ¿qué puedes decirnos entonces de este nuevo género?

Bueno, el microcuento es un texto pragmático, sus rasgos más elementales, los críticos lo han dicho: su carácter fragmentario, la transtextualidad, su rasgo híbrido y proteico, su sensibilidad neobarroca, su semblante sensual, su dimensión paródica, su detenimiento en la parábola, su lenguaje poético, sus alegorías fabulescas, su arranque de un final violento, etc. Creo que podríamos enumerar un sinfín de argumentos que lo distinguen de un cuento o una novela. Pero, especialmente quiero incidir en un aspecto que al menos yo considero: los microcuentos me permiten realizar actos lúdicos, me permiten construir metalepsis, lipogramas y tautogramas, además de ambigüedades semánticas que me permiten hacer trabajar al lector para que él mismo contribuya en la construcción del final de la historia, si la hay.
Quiero referirme brevemente a El lavapiés de la hormiga la antología que me dices, pasados creo 3 años desde que salió publicada. Ahora la van a reeditar por estos días en una revista electrónica de México, será un especial que saldrá en separata aparte como suplemento de una revista de literatura sobre microcuentos. Ya habrá tiempo para releerla.

¿Qué afinidades encuentras entre el microcuento y la poesía?


Sin duda, el rasgo más común entre ambos géneros es la orfebrería que hay con el uso de las palabras. Obviamente que aquí también debo recalcar el lenguaje poético que hace del microcuento un motivo muy literario. Ahora que reflexiono sobre esto, me doy cuenta que ese es un requisito muy necesario a la hora de escribir un cuento, claro, al menos para mí.

¿Quiénes son para ti los maestros universales del microcuento? ¿Figura por ventura algún peruano (o puneño) entre ellos?


Hay una lista larga de maestros en este género. Puneños ciertamente no hay. Pero sí varios peruanos, entre todos rescato a Fernando Iwasaki, el tipo es genial. Ahora entre los clásicos, podrían estar en esta lista: Augusto Monterroso, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan José Arreola, Juan Armando Epple, Ana María Shua, Lilian Elphick, Marco Denevi, etc. Desde el otro lado estarían: Cheever, Carver, Salinger, Tedson, McClay, Berry y el viejo cascarrabias: Hudson K. La lista podría seguir, hasta me gustaría citar los microcuentos que más me gustaron, pero ya habrá oportunidad.

III. Una excursión (nocturna) al bosque de las luciérnagas


“Bosque de luciérnagas” se llama el libro de microcuentos con el que te impusiste en el Horacio 2011. La luciérnaga es un símbolo recurrente en la poesía puneña de fin de siglo, ¿qué significa para ti?


Bueno, la luciérnaga, es verdad, ha sido motivo de detenimiento en varios poetas puneños, recuerdo a Gabriel Apaza y su duda de la luciérnaga, también me viene a la memoria otros poetas que la han mencionado en sus versos: Luis Pacho, Edwin Ticona, entre otros; en mi caso, la luciérnaga simboliza dos cosas: la luminosidad y el lado femenino, creo que con estos dos referentes armo la idea de la significación poética que asume en mis textos la luciérnaga. Recuerdo haber leído alguna vez un hayku (otro de mis platos favoritos) que decía: como la luciérnaga: buscamos una verdad que en nuestra ceguera se hace esperanza.

¿Cuál es el eje temático que da unidad a los microcuentos reunidos en “Bosque de luciérnagas”?



Mira, el eje temático es la revisión de la historia clásica que envolvió a ciertos personajes muy conocidos en el mundo literario. Este libro posee un conjunto de los personajes ya conocidos, todos son femeninos, 53 en total, desde Eva hasta Marilyn Monroe. Lo que hice fue transferirle otro asunto a lo ya conocido por todos. Remake le llaman a esto creo. Todos los textos están basados, como entenderás, en lo ya dicho por la Biblia, los clásicos griegos y los otros clásicos de siempre.

¿Cómo sitúas “Bosque de luciérnagas” con relación a “Electra machina” y “Aunque parezca mentira”, tus otros dos libros de prosa minificcional?


Aunque parezca mentira y Electra machina (este último inédito) son libros que se detienen o se concentran en el microcuento, es verdad, el tema es más variado y los personajes pertenecen a otro tipo de invención. Pero al fin, son elípticos y transficcionales, por ello es que no tienen diferencias mayores, claro aparte de los personajes y la extensión que los caracteriza. Algunos personajes como La Perricholi y Sarita Colonia, por ejemplo en Bosque de luciérnagas, un poco como que me ganaron, digo en el sentido de su bravía y su lado tierno. Fue un poco fácil, en cambio, trabajar con Liliah o Lolita.

IV. Premio / sorpresa

Algunos escritores se niegan a participar en concursos; otros lo hacen con una motivación “estrictamente económica”, ¿qué opinas de los galardones literarios?


Primero que nada, creo que los premios son un aliciente. Te permiten seguir escribiendo en el sentido de que al ser revisados por un jurado (tres o cuatro normalmente) recibes una opinión de alguien que no te conoce y cuando ganas, dices: Creo que voy más o menos. Y cuando no figuras ni en la lista de los finalistas, puedes decir con toda seguridad: algo anda mal en lo que escribo. Me valgo de los jurados, porque normalmente los amigos de tu entorno, porque te conocen, te dicen: eres genial. En otras ocasiones, de manera seria, te dicen: vas por el camino equivocado. Pero normalmente nunca te dicen la verdad. Ese creo que es el primer motivo de estar en esto de los concursos que, dicho sea de paso, a veces te ayudan para poder publicar un libro.

¿Y cuál sería tu segunda razón?

Creo que los concursos también te permiten ver cómo vas con respecto a los demás. En qué lugar de la marcha te ubicas. Claro que en la mayoría de veces no le ganas a nadie que quisieras ganarle. Finalmente, como habrás podido ver en mis cuatro libros anteriores (y aquí no quiero pecar de nada), todos tienen unas líneas que mencionan que obtuvo un reconocimiento en tal o cual certamen, supongo que eso ya se ha convertido en una costumbre para mí. Creo que en eso radica mi motivación.

Para terminar, ¿por qué no concursaste en la modalidad de poesía si ahí tenías iguales o mayores posibilidades de ganar?

En verdad no tenía material listo en poesía para participar en ese género. Sabes que uno no escribe para tal o cual concurso. Bosque de luciérnagas lo empecé hace 4 años y aún siento que no lo he terminado. He revisado, he releído y los 27 personajes que aún están en boceto conformarían el libro original de 80 microcuentos. Pero bueno, ojalá haya tiempo para trabajarlos más.
En el género de poesía, les tengo una sorpresa para el mes que viene. Será de infarto.

¿Puedes adelantarnos algo?

Se trata de un ajuste de cuentas con el verso: re-verso diría yo, es un libro que lo he venido escribiendo paralelamente con Bosque de luciérnagas, creo que vendría a ser su medio hermano, pero aquí voy por otra apuesta gruesa. Se llama: Manuscrito hallado entre unos huesos insepultos mientras los pájaros cantaban entre los sauces y la lluvia mojaba intensamente.

miércoles, 27 de abril de 2011

Un poeta fundamental, el más libertario de los románticos


Premio Cervantes de Literatura, el autor de Oscuro y La miseria del hombre, entre otros textos, solía decir que les debía a los mineros la capacidad mágica de ver el mundo. Se fue un poeta clásico y romántico, a la vez moderno y tradicional.

El poeta de la eterna boina de marinero, que confesó que cuando era niño, asmático y tartamudo se le enroscaban algunas palabras ariscas en la punta de la lengua, y proclamó en un poema que había perdido su juventud en los burdeles, fue moroso para escribir. Pero también para morir, como si le implorara a su Dios, con el que dialogaba “despacito”, que le concediera una prórroga. “¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida / o la luz de la muerte?”, se lee en uno de los versos más conocidos del Premio Cervantes de Literatura. Gonzalo Rojas, el poeta que fue y será pura música, murió ayer en Santiago, a los 93 años. Pero empezó a despedirse antes, el 22 de febrero, cuando un accidente cerebrovascular lo arrinconó en un “estado de sopor” del que no pudo escapar, una imagen demasiado estática para un hombre inquieto, tal vez el último libertario del otro lado de la cordillera, que estaba desglosando sus memorias, ahora inconclusas. El gobierno chileno decretó duelo oficial hasta mañana.

Rojas, el hombre que dejó miles de poemas como “relámpagos”, nació un 20 de diciembre de 1917 en Lebú, una pequeña ciudad del Chile meridional, pesquera y minera, “con mucho mito”, como solía proclamar el poeta. Entendía el hecho poético como un relámpago; lo descubrió en la ciudad donde nació, cuando tenía seis años, después de una tormenta que nunca olvidaría. Su infancia en Lebú estuvo esculpida bajo el ruido y el vaho de las minas. Apenas tenía cuatro años cuando su padre, minero del carbón, murió. “Ah, minero inmortal/ ésta es tu casa/ de roble, que tú mismo construiste –escribirá mucho tiempo después en un poema de Transtierro–. Adelante:/ te he venido a esperar/ yo soy el séptimo/ de tus hijos. No importa/ que haya pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,/ que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,/ porque tú y ella estáis multiplicados./ No importa que la noche nos haya sido negra/por igual a los dos”. Pobreza y muerte joven –su padre no tenía entonces cuarenta años– conforman una alianza indestructible. La madre repartió a sus hijos en distintos colegios de Concepción intentando conseguir becas desesperadamente.

Antes de los diez años, Rojas ingresó en el internado de jesuitas alemanes. Séneca, Rimbaud y Baudelaire marcaron el horizonte de sus primeras lecturas. De vez en cuando, esquivaba los fonemas duros y los reemplazaba por alguna palabra más suave para ganarle la batalla a la tartamudez y poder leer de corrido. Se subía a un banco y declamaba algún fragmento de Salgari o de Julio Verne. De niño aprendió que debía mirar hacia adelante y también hacia atrás al mismo tiempo. Sabía que no había que tenerle miedo al miedo, aun cuando no conocía la “preciosa” sentencia del gran Eliot: “Te mostraré el miedo en un puñado de polvo”. El huérfano sin amarras, el artista adolescente que afloraba, pronto se desplazó hacia Iquique y luego a Valparaíso. Tenía 23 años cuando decidió vivir con una joven a tres mil metros de altura, en un campamento minero conocido como El Orito. “Esos mineros eran unos locos. Me decían, mire, amigo, cómo se ve el océano, los barcos –recordaba Rojas–. Y eran los carbonatos que entraban en combustión directa y, en la noche, se veían como luces de barco, pero qué iban a ser barcos si estábamos a ciento y tanto kilómetros de la costa.” A esos mineros, reconoció el poeta, les debía la capacidad mágica de ver el mundo. Le decían que no cantara porque la cordillera estaba viva, que en una de esas se enojaba y lanzaba una lluvia para aplacar el canto de Rojas.

Discípulo directo de Vicente Huidobro, Rojas se sumó al tardío movimiento surrealista chileno a través del grupo que reunía la revista Mandrágora (1938-1941), fundado por Braulio Arenas, Teófilo Cid y Enrique Gómez Correa. Su integración, no obstante, fue desde la “disidencia”, sin llegar a practicar el surrealismo en el sentido más extremo. Ese grupo, según comentaría el poeta muchos años después, era “literatoso”; por entonces el joven poeta se aburría con lo estrictamente literario y creía en la poesía de románticos alemanes como Novalis y Hölderlin. Su praxis surrealista nunca implicó subordinación. No comulgaba con la sistemática objeción de la Mandrágora a Pablo Neruda. “Yo leí el primer Manifiesto de Breton y él dice: ‘Yo no soy el hombre de la adhesión total’. Eso a mí me ha funcionado mi vida entera”, argumentaba Rojas su “disidencia” con los surrealistas.

Al principio eclipsada por los titanes de la poesía chilena, su obra tuvo que dialogar y situarse entre la de Gabriela Mistral, la atracción de Neruda, que le resultaría irresistible e inevitable, y la de Nicanor Parra y su irreverente “antipoesía”, el único gran poeta que hoy lo sobrevive con 96 años. La voz propia de Rojas se fue articulando a través de deudas que el poeta asumía con otras voces, como la de César Vallejo, de quien tomó el despojo y cierto balbuceo en sintonía con su asma y tartamudez; de Huidobro recicló el desenfado y la veta lúdica; de Neruda se apropió de cierto ritmo respiratorio, a su vez emparentado con Whitman; pero también incorporó a Octavio Paz, Pablo de Rokha, Ezra Pound, Cesare Pavese y los clásicos latinos y griegos. Como Machado, Rojas es a la vez clásico y romántico, moderno y tradicional. La miseria del hombre, su primer poemario de 1948, agitó el avispero de la crítica que lo ninguneó. Mistral, en cambio, aseguró que ese libro “me ha removido, y a cada paso admirado, y a trechos me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito”. Rojas tardó 16 años en sacar su segundo libro, Contra la muerte (1964). Nunca tuvo la impaciencia por publicar, tampoco el afán de éxito. Ha sido muy “lentiforme”, así se definía; publicó diferidamente.

“Yo era un moroso por naturaleza –admitía Rojas–. Yo soy un poeta larvario, y me demoro. Cada escritor tiene su bestiario, como decía Cortázar, tenemos devociones por ciertos animales; el mío no es un animal, es un lepidóptero que se llama la mariposa, y es porque la mariposa es oruga y es larva y se demora y llega a la metamorfosis. Ese es el juego mío. Por eso no es tan raro que haya escrito un libro que se llame Metamorfosis de lo mismo, que parece un disparate, pero así se me da el mundo a mí.” En 1959 viajó a China; con menos de diez años de vida comunista, a Rojas le impresionó una sociedad que le parecía entretenida y que compararía con la primera época de la Revolución Cubana. Después –reflexionaría– se pusieron aburridos, esquemáticos y muy sovietizados. Regresó a China como consejero cultural del gobierno de Salvador Allende. El golpe de Estado de 1973 lo sorprendió mientras estaba en La Habana, a punto de asumir como embajador. Fueron años durísimos; le quitaron la nacionalidad y un decreto de octubre del ’73 lo expulsó de todas las universidades chilenas por ser un “peligro” para la seguridad interna. “Qué peligro iba a ser yo”, replicaba el poeta, cuyo cuerpo no se elevaba, en sus años mozos, más allá del metro sesenta y siete. La primera escala de su exilio fue en la Alemania Democrática, donde le asignaron una cátedra en la Universidad de Rostock. Pero las autoridades se las arreglaron para que Rojas no diera una sola clase, y los sectores más duros del exilio chileno lo consideraron “enemigo del pueblo”. “Yo nunca he sido comunista ni socialista, sino anarco, ajeno a la vida política, pero profundamente del lado izquierdo”, postulaba el poeta.

Esa humanidad, que apenas se elevaba un poco más allá del metro sesenta, se desbarrancó en una profunda depresión. En Domicilio en el Báltico escribió: “Envejecer así, pasar aquí veinte años de cemento/ previo al otro, en este nicho/ prefabricado, barrer entonces/ la escalera cada semana, tirar la libertad/ a la basura en esos tarros/ grandes bajo la nieve”. Ayudado por su amigo Octavio Paz, y bajo el artilugio de pasaportes falsos, abandonó Alemania junto con su familia. En Caracas (Venezuela) publicó su tercer libro, Oscuro (1976), que lo consagró internacionalmente. Aprovechando el respaldo que le concedió haber obtenido la beca Guggenheim, el poeta volvió a Chile en 1979. Sabía que tenía clausuradas las puertas de las universidades, pero eligió Chillán, 400 kilómetros al sur de Santiago, como lugar de residencia permanente, desde donde viajó a las universidades e instituciones de Estados Unidos, México y España que lo invitaron en esos años.

La década del ’80 y parte de los años ’90 constituyeron el despegue definitivo con una seguidilla de libros como Transtierro, Críptico, Del relámpago, El alumbrado, Materia de testamento, Desocupado lector y Río Turbio, entre tantos otros títulos. El dique de la poesía le depararía numerosos galardones. En 1992 recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, ese mismo año el Premio Nacional de Literatura de Chile, y el Premio Cervantes, en 2003, cuando anunció que iniciaba su “reniñez”. Podía ser irónico, pero sutil como el zumbido del viento, en estos versos: “No confundir las moscas con las estrellas; / oh la vieja victrola de los sofistas. /Maten, maten poetas para estudiarlos. / Coman, sigan comiendo bibliografía”. Además del encantamiento amoroso y de lo erótico, era místico, casi “libertino”. Hay y habrá lágrimas; el pueblo chileno está de luto. Pero el sentido del humor de Rojas habilita a recordar quizá su mejor epitafio, cuando recibió el Cervantes y tradujo ante la platea que lo escuchaba una frase de su amado Horacio: “Jugaste bastante, comiste romanamente, y bebiste: ¡tiempo de que te vayas!”.

Una obra que no envejeció
Poeta erótico por excelencia, Gonzalo Rojas cautivó a sus lectores por la sensualidad de su lenguaje y la vitalidad romántica que expresó en su obra. “Fue una gran influencia en mis comienzos, cuando empecé a escribir mis poemas –dice Hernán Rivera Letelier–. Lo conocí en el año ’80 y con un grupo de poetas de Antofagasta lo invitamos y él fue extraordinario. Nos hicimos amigos y luego nos encontramos en las ferias de libros, en los aeropuertos, y en otros países –repasa el escritor–. El era muy generoso y tenía un sentido del humor muy juvenil. Logró algo que muy pocos logran y es que su obra no envejezca. Envejecía él, pero su poesía seguía más joven. El les sacaba filo a las palabras con la misma alegría con que los niños les sacaban filo a los lápices de colores. Yo soy un asiduo lector de la obra de Rojas. El libro El relámpago es una de sus obras más importantes, con algunos poemas que son de antología en cualquier parte del mundo. El poema que más me gusta es ‘Qué se ama cuando se ama’.” La narradora Carla Guelfenbein opina que en Chile no obtuvo el reconocimiento que merecía: “Creo que nunca fue reconocido completamente en nuestro país, a diferencia del eco que produjo en España, en México o en Colombia. Tenía una sensibilidad poética y un gran sentido del humor, que combinaba con seriedad en la creación de su poesía. El lugar que ocupa en las letras chilenas es, simplemente, el de Gonzalo Rojas, con todas sus particularidades”.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-21512-2011-04-26.html