viernes, 23 de marzo de 2012

Mario Vargas Llosa: pa­triarca de la ultraderecha mundial


No envejezcas así, Mario
César Hildebrandt
Publicado en “Hildebrandt en sus trece” Nº 99, pp 6 y 7. 23 marzo 2012
A todos nos trabaja el tiempo, nos roen los años, nos vuelan las horas como moscas. Yo mismo he llegado a ser un repentino aprendiz de viejo. Un viejo, en suma. Pero un viejo que se resiste y se resis­tirá a que el tiempo me convierta en un tonto reconciliado con el mundo. La rebeldía es el mejor antioxidante. Si alguna cosa buena puedo decir de mí es que no estoy dispuesto a tran­sar con la claque de quienes cortan el jamón. No me da la gana. Si la cor­dura consiste en ser neutral, opto por la locura. Si la sensatez es la segunda acepción de la palabra miedo, quiero morir en mis trece. Por todas estas consideraciones, la verdad es que me preocupa la vejez de Mario Vargas Llosa.
Mario está decidido a ser un pa­triarca de la ultraderecha mundial y un vocero de la tradición nativa. Su talento a borbotones, su labia de líder los dedica a decir, en todas partes, que la democracia de los votos y el mer­cado de las cosas nos hacen felices. Y si no lo somos es porque no quere­mos, porque somos flojos y autistas. Ha borrado de la historia el ciclo im­perialista y propone que nos culpe­mos de todo lo que nos pasa. Como si no hubiesen hoy mismo barreras arancelarias, asimetrías gigantescas, préstamos internacionales de estafa, trabajadores sufriendo por empleos-basura, programas de ajuste pagados por los de a pie (a los que hay que ver arrastrándose ante la policía). Como si no existiesen Grecia, España, Portu­gal. Como si no supiéramos de las hi­potecas tóxicas, los bancos ladrones, el modelo de un consumo que estámatando al planeta.
Entonces viene Mario y nos dice que somos una recua de cagones que se quejan, cuando el paraíso está a la vuelta de la esquina si persistimos en lo de hoy. O sea en lo que hizo su adversa­rio Fujimori —a quien le niega mezqui­namente haber puesto los cimientos de esta tómbola—, su compadre en inglés Toledo y su ex enemigo "bribón y cara­dura" Alan García.
Ahora a Mario le gusta Humala. Dice que lo está haciendo muy bien. Que vamos por el buen camino. Yo que Humala pondría algunas velas. Me mi­raría en el espejo. Me confesaría.
M
ario es una má­quina que no tiene el botón de apagado. Viaja, escribe, dicta, encauza, apostrofa. Se va a la India a un archi­matrimonio y hace toda una crónica social sobre una fiesta de tres días y tres noches. Condena a los ecologis­tas. Difama a los gobiernos que no le gustan, que son precisamente todos los que no le gustan al Departamento de Estado. En resumen: ha llegado a ser su papá aquel señor conservador que representaba a una agencia de noticias de los Estados Unidos y que le inculcaba que el mundo era como era y sin apelación.
Todo aquello que no sea de su tribu es hereje, sucio. Todo lo que no le son­ríe al modelo que él defiende es blanco de sus diatribas: gobiernos populistas, presidentes demagogos, utopías arcai­cas, socialismos podridos.
Y él parece Zeus en el Olimpo. Habla como si la pureza fuese su hermana y la verdad su amante. Pontifica sobre todo y aval todo aquello que pueden confirmar sus teorías.
Ha esperado ganar el Nobel para soltarse los moños y mostrarle al mundo qué político estaba detrás del gran escritor que siempre fue.
Acaba de producir en Lima un seminario internacional sobre América Latina.
Lo ha auspiciado su propia ONG, la Fundación Internacional para la Libertad.
Y nos ha traído a embajadores, vicecónsules, y francotiradores de la derecha continental. Entre ellos está Mariano Grondona, que es el Jaime de Althaus de los argentinos. O Carlos Alberto Montaner, que es el Eudocio Ravines de Miami.
Pero quien más ha destacado entre todas estas estrellas del pensamiento ha sido, sin duda, la señora Josefina Vásquez Mota la precandidata del PAN a la presidencia de México. El PAN no es chancay de 20. Es el partido del charro Vicente Fox, que pa­recía un hermano de George W. Bush maquillado por Televisa. Es el partido de Felipe Calderón, el de los o.000 fi­naditos, que llegó a la presidencia des­pués de que el ente electoral le robó la elección a Andrés Manuel López Obrador.
La señora viene en representación de un partido que no es ni liberal ni decente. Y llegó a Lima de la mano de Vargas Llosa para decirnos que la fórmula que ella tiene es la que comparten los hombres serenos y razonables de todo el mundo. ¿Y los 40 millones de pobres que hay en México? ¿Y la maldición de ser maquiladores? ¿Y la política inmigratoria? ¿Y la corrupción, que en México es oceánica y que con el PAN se ha acentuado? Nada de eso: allí está el mercado, la inversión, el Estado desregulado haciendo lo suyo, cuates, no se me pongan bravos.
Esta misma Vázquez Mota es la que escribió en 1998, en un diario llamado El Economista, las siguientes palabras sobre Augusto Pinochet y su régimen de pandilleros asesinos:
"La economía chilena fue dejada en manos de un grupo de expertos que tu­vieron que enfrentar una fuerte crisis a principios de los 80 y sus políticas públicas estuvieron apegadas en ge­neral a los principios de una economía de mercado que hasta hoy han tenido continuidad y se han venido reforzan­do y consolidando con el paso de los años... La dictadura chilena deja gran­des lecciones y la historia se está encar­gando de dar a cada quien su tributo y responsabilidad. Hay otras dictaduras que son más peligrosas porque; operan bajo una piel de cordero..."
Cuando el liberalismo se asusta, cuando los cholos se alzan, los rotos se cansan., los pelaos gritan lisuras, en­tonces vienen los tanques y ponen las cosas en orden. Y vuelta a empezar.
Será por eso que Mario dice ahora que Chile sólo tiene problemas del primer mundo. Como si Camila Vallejo fuese Barbie y los mapuches fuesen los extras de Condorito y los paupérrimos sin casa tras el terremoto fuesen chusma invisible. Como si la desigualdad no se hubiese acentuado hasta extremos insultantes en el país que impuso el mercado bombardeando la sede de un gobierno que Nixon había jurado masacrar. Mario fue comunista de muchacho, en San Marcos. Fue socialista habanero, después. Fue centrista cuando ocurrió lo del poeta Heberto Padilla. Fue centroderechista cuando polemizó con Rama o con Grass. Hasta allí, todo iba perfecto. Era el viaje previsible de un enorme es­critor que empieza ganando una beca para irse a Europa y termina como no­velista estelar en todo el mundo. Era la legítima trayectoria del desencanto.
Ahora, sin embargo, este Mario inmodera­do, que invita a la se­gundilla del jurásico conservador, ¿quién es? No lo reconoz­co. Este Mario, que ataca a la Kirchner por peronista, a Correa por distinto, a Chávez por estatista, a Ortega por repi­tente y a Cuba por antonomasia, ¿por qué es tan estoico con las taras y podres del sistema que rige en el mundo?
¿No sabe de las taras? ¿No está in­formado de las podres? Claro que sabe y está informado. Lo que sucede es que está resignado a viviren el Matrix em­brutecedor del que nadie debe escapar. Decir que lo viejo es nuevo, que el fra­caso es éxito, que la mugre es blanca es algo que no se le puede creer ni siquie­ra a un novelista. Decir que la demo­cracia y el mercado todo lo solucionan es un cuento merecedor de un premio. Y es una pena que nuestro Nobel esté haciendo el papel de un Pedro Beltrán ilustrado y a veces genial.
Mario, no envejezcas así. Te lo pide tu viejo y rendido lector de siempre

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