lunes, 20 de diciembre de 2010

Elecciones y política en el Perú


Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas (Los Andes)

El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, con la sinceridad y coraje que lo caracteriza ha puesto el dedo en la llaga pútrida del “fujimorismo” y su comparsa mediática, al señalar sin pelos en la lengua que “si la hija del dictador que está condenado a la cárcel por criminal y por ladrón tiene la posibilidad de ser Presidenta del Perú, voy a ser uno de los peruanos que saldrán a tratar de impedirlo por todos los medios legales posibles. Sería una verdadera catástrofe para el país”. Frases terribles, contundentes y lapidarias que ha dejado perplejo a medio mundo y en especial a la fauna “fujimorista” que sin mayor turbación y con el mayor cinismo del mundo vienen desplegando por costa, sierra y selva una campaña millonaria de afiches, carteles, pintas y locales, seguramente con muchos de los millones acopiados del fisco por el presidente ladrón.

Tal como está diseñada la política en el Perú ha sido necesaria, nuevamente, la incursión en ella de un personaje ajeno a la misma para poner las cosas en su sitio: Mario Vargas Llosa a quien reconocemos la honradez, sinceridad y valentía con las que expone y defiende sus ideas, aunque no concordemos necesariamente con todo su esquema político vital; ya que los políticos y los colectivos políticos a los que representan no están en condiciones de, por sí mismos, procesar un arrepentimiento sincero y proceder como Dios manda. El dicho aquel de que “otorongo no come otorongo”, en consecuencia, no sólo es válido para los “come pollo”, “mata perro”, “quita sueldo”, “niega hija” y “lava pies” queinfestan el Congreso de la República y producen vergüenza ajena, sino para toda la vida política del país. Es bien difícil que unos políticos esputen a otros, abierta y francamente, como lo ha hecho Vargas Llosa con la hija del expresidente criminal Keiko Fujimori, las verdadesque merecen ser dichas públicamente porque sino todos, por lo menos la mayoría tiene “techo de vidrio” que se puede venir abajo también con las “pedradas ajenas”. En otras palabras hay colas grandes y pequeñas sarnosas y peludas que asoman repugnantemente tras la virtuosidad artificial e hipócrita de mucha gente encanallada, mentirosa, corrupta y vil que deambula por allí.

El gentío político del país es, dadas estas circunstancias, menos que moderno porque arrastra inveteradamente una serie de vicios genéticos desde la colonia hasta la fecha: compra de cargos en este mundo y de lugarcitos en el cielo, traiciones a mansalva, “pan y circo” para las masas ignorantes, fraudes descomunales, reparto de canonjías (o de la “torta”), homicidios calificados, reelecciones malolientes, golpesgorilescos de Estado a discreción, conciencias prostituidas, liderazgos amariconados, etc., que han marcado a fuego lento el perfil de la clase política formal produciendo un engendro magmático de intereses y necesidades prosaicas y subalternas de larga duración, al servicio del capital (mercado y dinero), como acertadamente dice Alain Badiou ese extraordinario pensador crítico francés para referirse a la política en general.

La deformación (si es que alguna vez estuvo formada) de la clase política en el Perù acarreó desgraciadamente la deformación de gran parte del cuerpo societal (clases, categorías, grupos sociales y pueblos étnicos), inducido por la “democracia materialista” a la improvisaciónideológica y la ductilidad política, a la superficialidad decisional y el inmediatismo epidérmico, al cálculo personalista y a los reflejos intuitivos y emocionales. La estrechez de la clase política nacional, en otros términos, ha contribuido eficazmente a la reclusión de las clases subalternas en la esfera de yerro economicista del “hombre masa” incapaz de pensar y repensar críticamente su propia existencia y de operar el momento sublevante de la “catarsis” (salto a la libertad) a las que aludía Gramsci, para encarar el mundo de la autonomíaexistencial donde la “clase en sí” se convierte en “clase para sí”, que es el momento de la “sociedad civil” con una ciudadanía de nuevo tipo.

Hay una complementación perversa de la política, entonces, entre la clase política de conciencia precaria y manos largas, con las clases populares “masa”, corporativas y simplemente “cosas” en el entramado de las relaciones sociales y la hegemonía económica, social, política y cultural de las clases gobernantes; gracias a la cual (la complementación) pueden aparecer, rutilar transitoriamente y finalmente desaparecer, bodrios políticos, como la hija del expresidente ladrón, un exalcalde “mudo” que recién hace esfuerzos por hablar en el tabladillo político, un magnate de ciudadanía norteamericana que reemplaza su impotencia argumental con chascarrillos de medio pelo, y, entre otros, una excelente candidata para aeromosa de LAN Perú, como dice César Hildebrandt, antes que para el sillón presidencial como quisiera el APRA.

Ello explica el relativo éxito de Keiko Fujimori en las encuestas de opinión pública y la locura de sus adláteres de volverla potable a los ojos de todos: una mujer que hasta ahora no explica a la justicia sobre la procedencia de los miles de dólares con que estudió ella y su hermano en una universidad norteamericana; no explica sobre el affaire de la ropa japonesa donada; que no habla, no discute ni propone algo en su función congresal, que no tiene un programa que ofrecer al país (su único programa es “soy hija de papá”); que emocionalmente no tiene ninguna vinculación con el Perú y sus tradiciones y que, en prueba de ello, se ha matrimoniado con un extranjero; y que para remate la figura del símbolo de su campaña es copia fiel de una marca de aceite extranjero; una mujer que tiene todo este balance en contra suya pero que sin embargo la credulidad ignara de mucha gente insiste en brindarle apoyo electoral. Pero también ello justifica el enfado del autor de “El sueño del celta” Vargas Llosa, que compartimos, ante la eventualidad de que este fiasco político siquiera pase a la segunda vuelta electoral.

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