martes, 28 de diciembre de 2010

Hablando de locos


Por: César Hildebrandt

Que Alan García trate de "loquito de la calle" a un prójimo es un ejemplo docente de proyección freudiana. Docente y de manual.

Todos sabemos que el loquito es él. Claro que no es un loquito cualquiera. Es un bipolar, un maníaco depresivo. Y hace poco se ha descubierto que la manía depresiva y la esquizofrenia -siendo males distintos- podrían partir de la misma alteración genética: las repeticiones erradas de una determinada secuencia en el cromosoma 16 (revista Nature Genetics, octubre del 2009).

En diciembre del 2008, a raíz de otro ataque de incontinencia verbal del doctor García, yo creí necesario escribir los siguientes párrafos (en los que me ratifico, claro está):

El doctor Alan García ha dicho que “las ratas, los ratones, los detritus y los excrementos de la corrupción hay que echarlos del gobierno...”

De esta manera, el doctor García ha reconocido que en su gobierno podría haber ratas, ratones, detritus y excrementos que deberían ser expulsados. Se trata, quizá, de un gesto de confusa, subconsciente y políticamente suicida “sinceridad”. Eso se llama también dispararse en el zapato.

Ha sostenido el doctor García, en ese mismo sermón alucinado y dominical, que “no le retira el adjetivo de rata a Rómulo León” y que, más bien, lo confirma. Esta parece ser una orden tácita al doctor Javier Villa Stein, el presidente del Poder Judicial.

Como se recuerda, Villa Stein fue anecdótico testigo de la embestida del doctor García a la esposa del abogado Víctor Raúl Sotelo Tamayo, doña Dayana Dal Pont, hermosa mujer que, según la denuncia presentada ante el poder judicial, no sólo fue abordada compulsivamente aquella noche de mayo del 2006 sino que fue solicitada por el doctor García a través del teléfono Nextel 9813-4089, durante las cuatro semanas siguientes. Y fue Villa Stein testigo del comienzo de ese episodio porque fue en la celebración de su cumpleaños de hace dos años que el doctor García decidió probar, sin éxito, su suerte de Juan Tenorio.

También ha dicho el doctor García que espera “que esos corruptos y esas ratas, que están muertas en vida, se mueran de una vez...” Y ha añadido que debieran morirse también “los miserables y los mal nacidos que quieren hacer plata con un gobierno aprista...”

No sé qué mensajes pueda haber en estas frases necesitadas de litio, pero lo que sí sé es lo que sabe el Perú entero:

a) Que el doctor García ejerció la abogacía en décadas pasadas, en casos menores y sólo en muy contadas ocasiones, siendo una de ellas en defensa del acusado por narcotráfico Florencio Félix Tupiño García, señalado como uno de los proveedores de pasta básica de la llamada banda de Perciles Sánchez Paredes, asesinado en los 80, en Trujillo, en un aparente “ajuste de cuentas”. En efecto, el sello del “Estudio Alan García P.” figura en el escrito que Florencio Félix Tupiño García presentó ante el III Juzgado de Instrucción el 15 de mayo de 1979 (fojas 140 y 141 del expediente 363-79 de dicho juzgado).

b) Que a pesar de no haber acatado la maldición bíblica posparadisíaca del pan ganado con el sudor de la frente, el doctor García se ha hecho, a lo largo de una vida de abogado sin ejercicio, de un cuantioso patrimonio mueble e inmueble, patrimonio ajeno en absoluto al nivel de sus ingresos oficiales y sólo explicable si se tienen en cuenta las artes de aquel personaje que fue hijo de Vulcano, vivía en una caverna del Aventino y fue asesinado por Hércules (*).

Patrimonio que suma varios millones de dólares, cuyo inventario inmobiliario pleno nadie conoce y cuyas cuentas bancarias afines y concurrentes, con cuentas cifradas y bajo heterónimos partidarios, algunos están investigando en el extranjero, a pesar de las enormes dificultades del caso.

Menos lúcido que nunca, más secuestrado que nunca por esos demonios que le devoran la cordura, el doctor García, que ya había sugerido bombardear la selva cocalera con ayuda de la Fuerza Aérea, dijo que “si un delincuente roba a una persona no se puede esperar que amenace a la policía: las armas de la ley son para usarlas, de frente hay que disparar y con toda decisión...”

El doctor García, violando la ley e incurriendo en severísima causal de cuestionamiento parlamentario, ha propuesto en público la aplicación de una especie de pena de muerte informal “para los ladrones”.

Y, para redondear la faena, el presidente que obtuvo votos de los cerros para gobernar en provecho casi exclusivo de la derecha, ha hablado de “los pitucos”, ha señalado con un dedo mosaico a “los caviares” y ha sostenido que él “prefiere a los hombres de piel cobriza”. Todo un manjar para Bruce, Peña y Hernández.

Cuando en el año 2004 el doctor Alan García pateó malamente, con semblante homicida, a un caminante que dificultaba el registro de las cámaras de TV, muchos recordaron que en mayo del 2001, en un programa de televisión dirigido por Humberto Ortiz, el psiquiatra Horacio Estabridis, grabado subrepticiamente, reconoció que diagnosticó al ilustre paciente que nos gobierna como víctima de “psicosis maniaco-depresiva”.

Y en esa misma grabación clandestina (que el médico condenaría), el doctor Estabridis añadió la siguiente frase: “Hay que ver los discursos que García se manda. Eso sólo lo puede hacer un maniaco...”



El doctor García estuvo internado, en 1979, en la clínica Virgen del Carmen. Su permanencia en esa institución duró entre cinco y seis semanas y se produjo tras la muerte de Haya de la Torre, hecho que hundió al doctor García en una severa depresión.



La revista “Caretas”, en su edición del 10 de mayo del 2001, confirmó todo esto y consultó con otro especialista que atendió también al doctor García. Cito textualmente un fragmento de la nota “La depresión de Alan”, firmada por Ruth Lozada:



“CARETAS ha recibido otro testimonio de un connotado psiquiatra que se suma a la versión dada por el doctor Horacio Estabridis. Asegura que García estuvo internado en la clínica entre cinco y seis semanas y recibió cura de sueño. El diagnóstico en ese entonces de este especialista, que por razones obvias se mantiene en el anonimato, fue “psicosis esquizoafectiva, en su variante depresión con síntomas paranoides”. (Fin de la cita)

La pregunta inevitable es si los desmanes patológicos del doctor García provienen de su condición psiquiátrica o son parte de un frío plan para instaurar en el Perú la barbarie de la pena de muerte a discreción, la sujeción del poder judicial a las filias y fobias de Palacio y el hábito de que el Presidente de la República se exprese como un carretero bebido.

Después de escritas estas líneas ocurrirían muchas cosas. Entre ellas, Bagua, lo de Crousillat, el intento de pasar la ley de impunidad, la cachetada, el ascenso de la corrupción en obras y equipamiento, y desatinos surtidos que sería aburrido enumerar. Ahora ya estamos en plena campaña electoral y sería importante que la oposición le exigiera al presidente de la República que, en esta ocasión por lo menos, nos haga el favor de dejar de entrometerse. Es decir, que cumpla con la ley que lo obliga a ser neutral.

(*) Caco, en la mitología romana, figura que representaba el latrocinio. No confundir con Caca, muy antigua divinidad itálica del fuego.

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